Alfredo Romero ha nacido para ser nómada, nos presta los ojos para ver: la exuberante belleza en casi todo lo que existe. Belleza que para el espectador promedio pasa inadvertida todo el tiempo.
Quizá sea un pedazo de pared, o los pliegues de una tela. Quizá esta vez, su atención sea detenida un instante por el árbol de la esquina y entonces, capte su interés y lo convierta en perpetuo.
Navegar sus lienzos es un eterno, placentero y totalitario viaje.